Más allá de ser licenciada en Periodismo y Comunicación por la UNAM, de trabajar como guionista en series de educación, cultura y ciencia, de colaborar en revistas de divulgación científica, de ser coeditora externa de La Jornada del Campo y de escribir en coautoría Alimentos sustentables a la carta, de la tierra a la mesa, entre otros libros, la preocupación por los efectos de los alimentos en la salud me llevó a investigar no sólo cómo se producen, sino también a cultivarlos agroecológicamente con señoras de la comunidad donde vivo.
A partir de 2010, inspirada en el lema “todos tenemos derecho a comer sano”, me di a la tarea de impulsar a un grupo de señoras a organizarnos, a fin de capacitarnos en la siembra de hortalizas sin agrotóxicos, elaborando nuestros nutrientes y controladores de plagas, para el autoconsumo y la venta local de excedentes. Después de lograr ese objetivo, transcendimos a la siembra de jitomate bajo la misma premisa. Luego nos ocupamos del rescate y propagación de las plantas medicinales y comestibles del lugar, pero además de sembrarlas, aprendimos a elaborar tinturas, pomadas, jabones champús, que también se venden localmente, para generar economía social.
Por más de una década esta experiencia, junto con otras de este tipo que he podido conocer en mi caminar como periodista especializada en alimentación, me ha permitido reconocer y valorar tanto el trabajo de los campesinos como la creatividad de las mujeres en las cocinas, para cultivar y cocinar los alimentos que nos mantuvieron sanos durante muchas generaciones, con los ingredientes y las técnicas tradicionales. Todo ello ha acrecentado mi apego a los olores y sabores de los platillos regionales, un placer que se gestó desde mi más tierna infancia.